El pequeño Buckley era un spaniel Cavalier King Charles color castaño y blanco que nació en octubre de 2008. Su criador lo describió como más pequeño y menos bullicioso que sus hermanos. A medida que creció, sufrió frecuentemente de tos y letargo, y tenía dificultad para masticar y tragar. Se cansaba fácilmente y colapsaba después de trotar un poco.
Cuando cumplió alrededor de 6 años, le diagnosticaron distrofia muscular canina (DM), una enfermedad progresiva y dolorosa que provoca que los músculos se deterioren. Era momento de decirle adiós y hacer que pasara sus últimos momentos lo más confortable posible, ¿cierto? Pues no, en lugar de eso, su dueño lo “donó” a experimentadores del Small Animal Veterinary Teaching Hospital de la Universidad de Georgia. Así comenzaron casi cinco años de una vida caracterizada por confinamiento en jaulas, soledad, dolor crónico y experimentos horrorizantes.
Buckley, mostrado en esta foto, en una artículo de Kornegay y Peter Nghiem, fue usado como un “sujeto de prueba” en experimentos sobre distrofia muscular durante casi cinco años a pesar de su deteriorada salud.
Poco después de llegar a la Universidad de Georgia, Buckley fue entregado a los experimentadores de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill, donde notaron que era muy delgado y sufría de soplo cardiaco. Sus pulmones estaban plagados de secreción nasal y congestión.
A pesar de que su condición empeoraba, pesaba menos de 11 libras, Buckley fue transferido en junio de 2012 a la Universidad Texas A&M (TAMU por sus siglas en inglés), en donde sufrió dolorosos procedimientos de experimentación a manos de Joe Kornegay y Peter Nghiem. Muchos perros del laboratorio de la universidad son confinados dentro de jaulas desoladoras sin siquiera una cobija, y a menudo están cubiertos de su propia saliva y la papilla con la que los alimentan puesto que están demasiado débiles para comer y tragar apropiadamente.
La vida de Buckley no mejoró nada en TAMU. Los registros muestran que sufrió de infecciones respiratorias y secreción nasal. Además, padeció ulceras que provocaron cicatrización corneal en ambos ojos.
Cuando estaba a punto de ser utilizado en otro experimento, su corta y miserable vida llegó a un final abrupto. Murió a consecuencia de complicaciones durante la anestesia. Después de su muerte, su cuerpo fue diseccionado y su tejido conservado para análisis.
Buckley nació con una enfermedad grave, pero su sufrimiento fue exacerbado durante años de explotación. Lo obligaron a sufrir experimentos y procedimientos dolorosos, al pequeño perro lo privaron de todo lo que podría haber sido una vida en familia.
En un documento reciente, Kornegay escribe que los resultados de los experimentos sobre DM canina “no se pueden predecir con exactitud las posibles respuestas inmunológicas humanas en las terapias genéticas (de distrofia muscular de Duchenne)”. En otras palabras, estos horrores no ayudarán a los pacientes humanos que sufren de esta enfermedad. A pesar de admitirlo, él y sus colegas experimentadores en TAMU, están considerando reproducir más perros como Buckley para que tengan esta enfermedad. Escribieron que están “evaluando opciones para perpetuar el modelo (del spaniel Cavalier King Charles)”.
Esta es otra prueba de que estos experimentadores prefieren obtener el dinero de las subvenciones que mitigar el sufrimiento.
Necesitamos acabar con estos experimentos para que no se reproduzca intencionalmente a ningún perro con esta enfermedad debilitante y tampoco sean condenados a una vida de miseria como la que sufrieron Jelly, Peony y Buckley.
¿Qué puedes hacer?
Por favor, insta a TAMU a cerrar sus laboratorios de perros, a dejar de reproducir animales con distrofia muscular, a liberar a todos los perros para que sean adoptados en buenos hogares y a destinar los recursos a investigaciones con métodos humanitarios y efectivos.