Él es Beamish, un mono de 16 años que ahora está encerrado en el laboratorio de Maryland de los Institutos Nacionales de Salud (NIH). Su historia médica está marcada por episodios de gran pérdida de pelo, un indicador externo de estrés psicológico extremo. Los registros muestran que llegó a un punto en el que perdió hasta el 73% del pelo de su cuerpo. Numerosas anotaciones reportan que daba vueltas dentro de la jaula o se balanceaba de atrás hacia adelante, otros signos de crisis nerviosa grave. Los videos obtenidos por PETA muestran su trastornado estado mental cuando camina de un lado a otro sin cesar en una jaula estrecha y desolada.
Beamish sufrió lesiones en sus dedos en varias ocasiones, traumatismos por la jaula o probablemente por otro mono estresado en una jaula vecina. Ha tenido prolapso rectal, en el que parte del recto sobresale del ano, signo de traumatismo, y las anotaciones de los empleados muestran que ha tenido muchos problemas en el intestino. Ha tenido múltiples episodios de diarrea, dermatitis, eritema (enrojecimiento de la piel) y otras dolencias.
Ha padecido varias cirugías, procedimientos invasivos y extracciones de sangre. Ha estado amarrado a una máquina de resonancia magnética. Se le ha causado daño cerebral de forma intencional y permanente, abriéndole una parte de su cráneo. Ha sido engañado y burlado con arañas y serpientes falsas de aspecto real, uno de los peores temores de cualquier mono. Y además de esto, Beamish ha estado solo en una jaula, la situación más antinatural imaginable para los monos, cuya compleja estructura familiar es tan esencial para su salud mental, como lo es la comida o el agua para su bienestar físico.
¿Cómo llegó aquí?
La historia de Beamish
El 1 de enero de 2005 llegó nuevo “equipamiento de laboratorio” a Alpha Genesis, una instalación con monos, con fines de lucro, que vende seres sintientes junto con sus fluidos corporales, pelo, piel y otras partes y fragmentos a laboratorios de todo el país para la experimentación.
En el nuevo inventario vino un mono bebé que luego llamaron Beamish. Su futuro estaría marcado por el terror, el dolor y la desesperación absoluta. Sería obligado a padecer el capricho y la voluntad de sus captores, permitiéndosele vivir únicamente si servía a sus objetivos.
Después de 16 años y horrores inenarrables, Beamish se encuentra actualmente encerrado en el laboratorio de los NIH de Elisabeth Murray, quien le abrió el cráneo, succionó parte de su cerebro y le inyectó toxinas. Se le ha visto desplomado en una fría jaula de metal, bajo luces fluorescentes anormalmente brillantes, y solo.
Beamish nunca pidió esto. Nunca consintió ser usado en experimentos. Ni siquiera puede morir y escapar de su sufrimiento, a menos que aquellos que controlan su vida así lo quieran.
En febrero de 2020, PETA solicitó documentos sobre cinco monos que están en el laboratorio de Murray, incluyendo Beamish. Se necesitaron 18 meses y una demanda para sacarlos de las garras de los NIH. Ahora sabemos por qué.
En 2007, cuando tenía 2 años, Beamish fue enviado a los NIH, donde fue utilizado por dos vivisectores del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas, dirigido por Anthony Fauci. Para estos estudios, fue enviado (y luego regresado) a un horrible laboratorio de enfermedades infecciosas en Rockville, Maryland, llamado BIOQUAL (antes conocido como SEMA), donde enloquecían a los chimpancés en jaulas del tamaño de un refrigerador y ahora tienen a cientos de monos de diferentes especies en jaulas de metal desoladas, apenas más grandes que sus cuerpos, hasta que las manos de los experimentadores crueles los saquen de allí.
En 2010, justo después de su quinto cumpleaños, Beamish fue trasladado al laboratorio de Murray en los NIH. Ha permanecido allí desde entonces.
Aparte de los breves períodos en que estuvo enjaulado con otro mono, siendo el más largo de solo nueve meses, Beamish ha estado enjaulado solo. La ONU dice que, para los humanos, cualquier confinamiento solitario mayor de 15 días es una forma de tortura. Según documentos federales, Beamish lo ha sufrido desde marzo de 2010. Hablamos de 11 años hasta ahora.
Pero los experimentos continúan.
En más de 16 años de tormento psicológico, graves problemas de salud, cirugías y un agotamiento físico y social totalmente devastador para Beamish, nada ha detenido los experimentos. En numerosas ocasiones, el personal lo ha visto tendido boca abajo en su jaula o con la cabeza en su regazo, sin responder siquiera al contacto físico. Simplemente estaba como fuera de este mundo.
Algunos días, a Beamish se le dan unos maníes o una rodaja de manzana, lo que Murray llama de forma absurda y eufemística “enriquecimiento”.
¡Necesitamos que los NIH asuman su responsabilidad AHORA!
Por más indignante que sea la historia de Beamish, también es trágicamente común. Es uno de los cientos de monos cuyas vidas ha robado Murray, gastando en ello $47 millones del dinero de los contribuyentes estadounidenses.
Ella les ha causado traumas físicos y psicológicos inconmensurables a estos seres vulnerables y sensibles, usándolos para labrarse una vida cómoda con este buen trabajo en los NIH, una titularidad y, curiosamente, el respeto de sus pares.
Pero en casi 40 años, no ha publicado nada de valor para la investigación científica o la salud humana. Lo que hace no es ciencia, es violencia. Y debe terminar.
El director de los NIH, Francis Collins, ha hecho la vista gorda ante el sufrimiento de Beamish y los cientos de monos que Murray ha debilitado, mutilado, traumatizado, aterrorizado y asesinado. Es hora de un nuevo liderazgo en los NIH; un liderazgo que entienda que los experimentos en animales no solo son crueles, sino también mala ciencia. Insta al secretario del Departamento de Salud y Servicios Humanos de EE. UU., Xavier Becerra, a reemplazar a Collins por un nuevo líder con visión de futuro:
¡ACTÚA YA!