La exitosa escritora y reconocida experta en animales, Sy Montgomery, se ha unido a PETA para pedir el fin de los experimentos de daño cerebral conducidos por el Gobierno. Le ha escrito al director de los Institutos Nacionales de Salud (NIH), Francis Collins, para condenar el maltrato infligido a los sociales e inteligentes macacos Rhesus y para pedir que se ponga fin a estos experimentos crueles e inservibles.
A diferencia de los experimentadores que someten a los monos a pruebas dolorosas, Montgomery sabe mucho sobre nuestros congéneres primates. Ha caminado a través de pantanos fangosos en Borneo para observar orangutanes en su hábitat natural, estudió varias especies de primates y es autora de 28 libros educativos sobre otros animales.
Gran parte de su amplio conocimiento de los otros animales proviene de la inmersión en su mundo, por eso está de acuerdo con PETA en que los datos recopilados resultantes de aislar a los monos en jaulas desoladas de metal son totalmente inservibles:
Así como Goodall descubrió que la clave para obtener datos significativos sobre los primates que estudiaba era conocerlos bajo sus propios términos, me resulta difícil creer que cualquier hallazgo significativo –sobre macacos o humanos– pueda provenir de albergar primates en un ambiente tan artificial y empobrecido.
Atormentar monos en laboratorios produce resultados poco fiables
En sus hábitats naturales, los macacos arrullan a sus compañeros, cantan cuando están emocionados y chasquean los labios para comunicar intenciones pacíficas. Tienen una vida social sofisticada y viven en unidades familiares complejas. Pero en los laboratorios –donde a menudo los experimentadores conducen procedimientos invasivos en ellos, los privan de comida y agua para forzarlos a participar en pruebas sin sentido, y más–, su comportamiento es antinatural.
El noventa por ciento de los primates en laboratorios exhiben tipos de comportamiento anormal, como balancearse de atrás hacia adelante, caminar de un lado a otro en las jaulas, morderse el propio cuerpo y arrancarse su propio pelo. Montgomery explica cómo esto puede interferir con la rigurosidad científica:
Un mono privado de estimulación social, cognitiva y emocional normal, como parecería sucede con los monos en este laboratorio, es tan útil como modelo de comportamiento humano en el mundo “real” como tener a un humano encerrado solo en un armario desde su nacimiento. Es probable que el estrés inherente a vivir en un entorno de laboratorio altere aún más las respuestas de los monos en estos experimentos y confunda los resultados.
En los experimentos de Elisabeth Murray inducen daño cerebral permanente en los macacos, implantan pernos directamente en sus cráneos, los mantienen hambrientos o sedientos para forzarlos a cooperar, los inmovilizan durante largos períodos, los encierran dentro de jaulas y los asustan con arañas y serpientes falsas y más.
Montgomery señala que los macacos en el laboratorio de Murray “se han visto forzados a participar en [nuestras vidas], están atrapados en pequeñas jaulas donde no pueden desplegar los comportamientos más normales y naturales ni ejercer algún control sobre su entorno”.
El laboratorio de Murray ha recibido decenas de millones de dinero de los contribuyentes para conducir estos experimentos mortales, pero no ha generado ni un solo tratamiento o cura en 30 años. Montgomery dijo al respecto: “Me impactó que esta crueldad atroz esté ocurriendo en la principal agencia de investigación biomédica del país”.
Diles a los NIH que escuchen a los expertos
Montgomery es solo uno de los muchos expertos que critican a los NIH por patrocinar estos experimentos crueles y fútiles. Es hora de que los NIH tomen conciencia y comiencen a financiar los métodos de investigación progresistas y humanitarios descritos en el Acuerdo de Modernización de la Investigación de PETA. Únete a PETA y ayuda a acabar con los arcaicos experimentos en monos de Murray:
¡ACTÚA POR LOS ANIMALES QUE SUFREN EN LOS EXPERIMENTOS DE TERROR EN MONOS DE MURRAY!