No se necesitó de una plaga repentina para acabar con un cuarto de la población mundial de rinocerontes blancos del norte. Fue suficiente la muerte de un solo animal.
Nola, una rinoceronte blanca del norte de 41 años, murió después de haber luchado contra una infección bacteriana y problemas relacionados con la edad en el Zoológico de San Diego, donde había vivido desde 1989.
Ahora solo existen tres rinocerontes blancos del norte.
Los otros miembros vivos de la subespecie actualmente residen en el Ol Pejeta Conservancy, en Kenia, donde se encuentran protegidos en todo momento por guardias armados. A las dos hembras y al macho que quedan, Najin, Fatu y Sudán, se les considera viejos e incapaces de reproducirse. Al rinoceronte blanco del norte ya se le consideraba extinto en la naturaleza desde el 2008, y cuando estos tres animales mueran, la subespecie existirá solo como un recuerdo, una clase de historia y una lección que aprender.
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Los cazadores furtivos por mucho tiempo han acechado a los animales por sus cuernos. En algunas partes del mundo, los cuernos son vistos como símbolos de estatus o se cree que tienen poderes medicinales, aunque no haya prueba de tales poderes. Además de la caza furtiva, la pérdida de su hábitat como consecuencia de la intervención humana y la contaminación también han sido nombrados como factores que contribuyen a la desaparición del rinoceronte blanco del norte.
Aunque el futuro de la subespecie es incierto en el mejor de los casos, una cosa es segura: la muerte de Nola debe servir como un recordatorio de que debemos respetar a todos los animales, antes de que sea demasiado tarde.
