Los zoológicos se desarrollaron en una época en que los viajes eran poco viables para la mayoría de las personas. En la actualidad, los amantes de la vida salvaje pueden subirse a un avión rumbo a África, Australia o Costa Rica para hacer un safari fotográfico o incluso quedarse en sus casas a ver por televisión documentales sobre la naturaleza o videos en vivo por internet, que logran capturar el comportamiento natural de los animales que muy pocas veces, por no decir nunca, puede verse en los zoológicos.
No existe ninguna razón para mantener en jaulas a animales inteligentes y sociales para nuestra efímera distracción y entretenimiento. La pérdida del hábitat y otros riesgos de la vida salvaje no se evitan al confinar a los animales en condiciones de hacinamiento y privándolos de todo lo que es natural e importante para ellos.
Los zoológicos separan a individuos apegados, que son traficados y trasladados de un lugar a otro para cumplir con los programas de reproducción, haciendo trizas sus complejas y multifacéticas relaciones sociales.
El bienestar animal suele quedar al final de línea. Valiosos recursos financieros, incluyendo subsidios pagos con impuestos de los contribuyentes, suelen desperdiciarse en tiendas de obsequios y paseos en lugar de gastarse en mejorar las condiciones de las instalaciones.
El cautiverio enloquece a los animales
La mayoría de los zoológicos exhibe animales con muy poca, si alguna, oportunidad de expresar comportamiento natural o de realizar elecciones en su vida diaria, y esto puede llevar al aburrimiento y la neurosis. Sin nada que hacer, los animales en los zoológicos duermen demasiado, comen demasiado y exhiben un comportamiento que muy pocas veces, por no decir nunca, se ve en la vida salvaje. Los primates se arrojan materia fecal y realizan “regurgitaciones y reingestas” -vomitar y luego ingerir el propio vómito.
Los animales grandes como los osos y los grandes felinos caminan incesantemente. Los primates y los pájaros se automutilan, y los chimpancés y los gorilas se vuelven excesivamente agresivos. Lamen y muerden las rejas y realizan extraños movimientos con sus labios, cuellos y lenguas. Las jirafas tuercen sus cuellos e inclinan sus cabezas hacia atrás y adelante repetidamente. Los elefantes bambolean sus cabezas y las mueven de un lado a otro. Los animales en cautiverio no muestran ningún interés en la reproducción o, al contrario, se obsesionan con el sexo.
Los mamíferos marinos nadan todo el tiempo repitiendo el mismo patrón en sus tanques. Los peces también sufren. Un estudio realizado por la Asociación Protectora de Animales en Cautiverio concluyó que 90% de los acuarios públicos analizados tenía animales que presentaban comportamiento estereotipado (neurótico) tales como interactuar con límites transparentes, sacar constantemente la cabeza por encima de la superficie del agua, girar en torno a un objeto imaginario, y reclinarse sobre un costado con frecuencia y frotarse contra el piso del tanque.
Animales excedentes
Los zoológicos saben que nada atrae visitantes más rápido que un animal recién nacido. Pero los programas de reproducción –que con frecuencia operan bajo el disfraz de preservación de especies- resultan de forma inevitable en un excedente de animales adultos que son menos adorados por las multitudes. En consecuencia, los zoológicos periódicamente intercambian, dan en préstamo, venden, permutan y almacenan animales adultos que ya no quieren.
Los animales no deseados suelen ser vendidos a traficantes que luego revenden esos animales a zoológicos ruteros en ruinas o a circos itinerantes. Algunos animales terminan encerrados en predios de caza, donde se convierten en blancos de los cazadores deseosos de un tener un “gran partido”. Entre 2006 y 2009, el zoológico Dickerson Park de Missouri entregó un “excedente” de jirafas, cebras, canguros, ualabíes y antílopes exóticos a entidades cuestionables como Buddy Jodan, un famoso traficante de animales conocido por vender animales a ranchos de caza, reproductores de animales exóticos, comerciantes y zoológicos no autorizados. El zoológico municipal de Cape May en New Jersey vendió dos jirafas, Twiggs y Jeffrey, a un bróker de animales que luego las revendió a un circo itinerante.
El comercio de mascotas exóticas se ha visto saturado de tigres y otros grandes felinos a causa de la provisión incansable de animales exóticos por parte de la industria de los zoológicos. Otros animales simplemente son vendidos para engrosar mataderos. Cada año, cuando los animales bebé exhibidos en la granja del zoológico de Minnesota crecen y pierden su atractivo, el zoológico los envía a remates de ganado y de allí muchos son enviados al matadero. En la primavera siguiente, más bebés nacen solo para encontrar el mismo triste destino al final de la temporada. El jefe de los servicios veterinarios del zoológico de Cleveland incluso impulsó a los miembros de la comunidad zoológica a apoyar el uso de animales excedentes de los zoológicos en experimentación médica.
Ningún zoológico de los Estados Unidos tiene una política de cuidado de por vida de los animales que nacen en sus instalaciones y muchos zoológicos reproducen especies sabiendo de antemano que las crías –especialmente los machos- serán difíciles de ubicar cuando crezcan.
Peligro tras las rejas
Por su propia naturaleza, los zoológicos vuelven a los animales vulnerables a una variedad de peligros ante los que no tienen defensa ni oportunidad de escapar. Los animales en zoológicos a lo largo y ancho del país han sido envenenados, abandonados a la inanición, privados de atención veterinaria, y quemados vivos en incendios. Muchos han muerto luego de ingerir monedas, bolsas de plástico y otros objetos arrojados a sus jaulas. Otros animales han sido golpeados, apaleados y hurtados por personas que lograron tener acceso a sus instalaciones.
Un oso murió de hambre en el zoológico de Toledo luego de que los empleados del zoo la encerraran para hibernar sin comida ni agua –sin saber que su especie no hiberna. En el zoológico de Niabi en Illinois, un cachorro de león de tres meses de vida fue eutanasiado luego de que su médula espinal fue aplastada por una puerta del predio que le cayó encima. A pesar de saber que dos osos asiáticos habían peleado una docena de veces, el zoológico de Denver los mantuvo viviendo juntos hasta que finalmente uno de ellos mató al otro. Una canguro hembra que fue atropellada por un tren que circulaba dentro del predio del zoológico de Cleveland resultó tan severamente lesionada que debió ser eutanasiada; fue al menos el quinto animal atropellado por ese tren. Una hiena del zoológico de Buffalo murió aplastada por una roca del predio. En el zoológico de Saint Louis, un oso polar murió durante una cirugía exploratoria, que reveló que su tracto digestivo había sido obstruido por pedazos de tela y una bolsa de basura de plástico.
En el zoológico nacional docenas de animales han muerto en los últimos años, incluyendo dos cebras que murieron de malnutrición, dos pandas rojos que murieron por haber ingerido veneno para ratas colocado en su lugar de exhibición, y una orangután que fue eutanasiado porque los empleados del zoológico creyeron por error que tenía cáncer.
Ante desastres naturales como inundaciones, incendios o huracanes, los animales suelen ser abandonados a su suerte. Cuando incendios descontrolados se desataron cerca del zoológico de Los Angeles, los empleados admitieron que no tenían plan de evacuación. Durante el huracán Katrina, la mayoría de los 6.000 animales acuáticos del acuario de New Orleans perecieron cuando se cortó la electricidad y los empleados fueron obligados a evacuar el predio.
Estos son solo algunos pocos ejemplos de cómo el cautiverio afecta negativamente el bienestar de las diferentes especies que se encuentran normalmente en los zoológicos.
Los zoológicos del futuro
La reproducción en cautiverio es irresponsable y empeora una situación que ya de por sí es mala. Cada año, santuarios autorizados deben darle la espalda a cientos de animales exóticos y salvajes abandonados por circos, zoológicos rodantes y el comercio de mascotas. Mientras unos pocos zoológicos, como el zoo de Detroit y el zoo de Baltimore, han tomado la decisión compasiva de proveer refugio a los animales que realmente lo necesitan, la mayoría de los zoológicos rechaza a estos animales. La industria de los zoológicos debe transformarse de una prisión a un refugio, donde los derechos y el bienestar de los animales individuales son de máxima prioridad. Hazle saber al zoológico de tu localidad que el público apoyará ese cambio y exígele que detenga la reproducción de especies para proveer mayor espacio a pocos animales y darle lugar a los animales salvajes que han sido confiscados de jaulas, sótanos, circos, y reservas.
Qué puedes hacer
Los zoológicos se verán forzados a dejar de reproducir y capturar animales de la vida salvaje si sus apoyos financieros desaparecen, por eso la forma más importante de ayudar a los animales encarcelados en los zoos es simplemente boicotear a los zoológicos e instar a todos tus conocidos a que hagan lo mismo.