¿Has visto alguna vez perreras de malla de alambre a la venta en una tienda de semillas y alimentos para animales y pensado en las vidas tristes de los infortunados animales obligados a vivir en ellas? Bueno, los trabajadores de campo de PETA no tienen que imaginarlo: durante siete años, visitaron a una dulce mestiza de golden retriever llamada Mingo, a quien nunca se le permitió salir de una caja metálica de 6×10 pies.
Esa es una casa para perros de PETA donde Mingo está montada (foto de arriba); su apariencia desgastada es testimonio mudo del tiempo que estuvo confinada en ese deprimente espacio de tierra.
Los pocos consuelos que tuvo durante esos largos años (juguetes, golosinas, cama de paja, agua fresca, rascados detrás de las orejas y más) le fueron brindados principalmente por los trabajadores de campo de PETA, quienes suplicaron insistentemente al dueño de Mingo que la liberara de su prisión de malla metálica, en vano.
Solo cuando la salud de Mingo comenzó a deteriorarse, su dueño finalmente cedió y le dio autorización a PETA para darle la oportunidad de una vida mejor.
Su libertad por poco llega demasiado tarde: un examen veterinario reveló que tenía la enfermedad del gusano del corazón y lo que se sospecha es cáncer de hígado en etapa inicial.
Si bien los gusanos del corazón son tratables, la enfermedad hepática de Mingo puede ser terminal, pero ella no tiene idea de que tiene sus días contados. En su nuevo hogar con el trabajador de campo de PETA que negoció su liberación, celebra cada día como una tan preciada galleta de mantequilla de maní.
Respira el dulce olor del césped recién cortado. (Es mucho más agradable, nos informa, que el fango saturado de orina y heces que la rodeaba antes).
Se revuelca en la alfombra.
Y luego, se revuelca un poco más.
Está haciendo nuevos amigos, incluyendo a Edith, una perra rescatada de PETA.
Se acurruca en el sofá con su nuevo hermano y lo persigue por el jardín como sí solo tuviera 2 años, ¡y no más de 10!
Da rienda suelta a su pasión por recoger mantas y toallas (incluyendo las usadas por sus guardianes cuando salen de la ducha).
Por último, pero no menos importante, disfruta de paseos en automóvil con las ventanillas abiertas, olfateando la brisa que le despeina sus rizos dorados.
Todavía faltan meses para el Mes “Adopta una mascota sénior“, pero ojalá no esperes hasta entonces para que los años dorados de un gato o un perro que han sufrido como Mingo, sean los más felices.