Eliminemos el despliegue publicitario y será fácil ver que el abuso infligido a los perros en el Iditarod es de una crueldad criminal: 150 perros han muerto por haber sido forzados a correr alrededor de 100 millas por día a través de tormentas de nieve cegadoras, terreno traicionero y vientos penetrantes, durante 10 días seguidos. Muchísimos más sufren y mueren fuera de la pista: una investigación de testigo de PETA de las perreras propiedad de ganadores del Iditarod reveló que muchos perros estaban tan delgados que se veían sus huesos. Uno de ellos cojeaba por artritis crónica. Los mushers (o conductores de trineos tirados por perros) habitualmente los alimentan con carne enmohecida y les niegan agua durante el entrenamiento.
Un estudio conducido por la Universidad Northeastern y la SPCA de Massachusetts encontró que la gente que maltrata animales tiene cinco veces más probabilidades de cometer crímenes violentos contra los humanos, por eso no sorprende que muchos mushers del Iditarod tengan también un historial de agresiones al margen de lo que les hacen a los perros en estas agotadoras pistas. Después de todo, si los mushers son capaces de asesinar a perros cuando ya no son “útiles” para la industria, la pregunta es: ¿Qué otras atrocidades son capaces de cometer? Bueno, PETA conoce algunas, y es hora de que los condenemos.
Un largo historial de abuso, negligencia o asesinato de animales
Tras competir en el Iditarod de 2005, John Hessert fue acusado de crueldad agravada hacia los animales y 33 cargos de crueldad hacia los animales tras abandonar a 33 perros huskies que sufrían congelamiento, desnutrición, pies agrietados e infección. Un veterinario descubrió que los perros estaban “muy por debajo de la salud normal” y desnutridos: uno de los perros tenía un collar incrustado en el cuello.
Después de que el musher Franke Winkler compitiera en los Iditarod de 1989 y 1990, presuntamente apaleó a cachorros con el extremo romo de un hacha. Fue acusado de 14 cargos de crueldad animal después de que un oficial de control de animales encontrara una caja con cachorros muertos y moribundos en su camioneta. Según él, les disparó a algunos de los perros por sugerencia de otros mushers, lo que no es sorprendente para PETA, ya que otros informantes han alegado que asesinar a cachorros no deseados es algo normal en la industria.
Luego de que el ganador del Iditarod de 1976, Jerry Riley, golpeara y matara a un perro con un gancho de nieve de acero (una barreta de metal grande y afilada) durante la carrera, el musher fue supuestamente prohibido “de por vida”. Apenas diez años después, se le permitió volver a competir.
El musher veterano, Jeff King ganó el “Premio Humanitario” del Iditarod, claramente un título sin sentido. King fue declarado culpable de matar ilegalmente a un alce en el parque y reserva nacional, Denali National Park and Preserve, lo que no impidió su participación en las siguientes carreras del Iditarod. En 2016, un accidente de moto de nieve mató a un perro e hirió al menos a otros dos bajo el cuidado de King.
De violación a violencia doméstica: algunos mushers han presuntamente dirigido su agresión hacia los humanos
Un jurado de Kenai declaró recientemente a la exmusher del Iditarod Carmen Perzechino culpable de secuestro y violación. La agresión ocurrió en 2001, tres años antes de que corriera en el Iditarod.
Un jurado acusó y condenó a Jeffrey K. Holt a 20 años de cárcel por agredir sexualmente a una “amiga”. El violador convicto corrió el Iditarod tres veces en 2005, 2007 y 2009.
Beals compitió en el Iditarod casi consecutivamente desde 2013 hasta 2020, excepto en la carrera de 2017, en la que fue suspendido por sus cargos de violencia doméstica. La Junta del Comité del Iditarod Trail le permitió competir en todos los años posteriores (también en 2021), e incluso ganó más de $120.000 durante estas carreras.
Sousa, quien compitió en el Iditarod durante 11 años consecutivos entre 2002 y 2013 (y nuevamente en 2015) fue acusado de agresión en un incidente que involucró a los ” State Troopers” de Alaska. Sousa disparó un arma mientras conducía un cuatriciclo en terreno policial. Los policías se encontraron con Sousa en la puerta de entrada de su cabaña, desnudo y sosteniendo un revólver.
Rohn Buser, hijo de uno de los hombres en la lista de los “peores mushers del Iditarod” de PETA, fue perseguido por la policía en una persecución en auto que terminó en un enfrentamiento de una hora. Incluso después de esto, fue musher en las carreras del Iditarod de 2012 y 2015.
Conduciendo bajo la influencia del alcohol y corriendo bajo los efectos de las metanfetaminas
La policía arrestó a Lance Mackey (ganador del premio al “Musher más inspirador” del Iditarod en 2002) por conducir bajo los efectos del alcohol. A pesar de esto, el Iditarod no imposibilitó que esto (o el hecho de que hiciera correr a dos perros jóvenes hasta su muerte en la carrera de 2015) impidiera al musher seguir compitiendo. En 2020, el Iditarod descalificó a Mackey después de dar positivo por metanfetamina mientras estaba en la carrera.
Es hora de responsabilizar al Iditarod por su abuso sistémico
El Iditarod podría fijar posición en contra de estos crímenes al prohibirles a los mushers convictos seguir corriendo, pero en cambio los celebra, les paga y los habilita. Y hace lo mismo cuando mira hacia otro lado frente al maltrato sistémico a los perros que no quieren correr miles de millas en temperaturas bajo cero. Depende de cada uno de nosotros tomar una posición ética al expresarnos en contra del Iditarod y golpearlo donde más le duele: decirles a compañías que dejen de patrocinar la carrera del Iditarod.