La experimentadora de los Institutos Nacionales de Salud (NIH), Elisabeth Murray, ha malgastado más de 40 años y más de $50 millones de dinero proveniente de impuestos de los contribuyentes dañando deliberadamente los cerebros de los monos. Luego los somete a pruebas de comportamiento crudas y aterradoras, que incluyen asustarlos con serpientes y arañas de plástico de aspecto realista. La mayoría de nosotros sabemos que los experimentos de Murray son crueles y estúpidos. Pero ahora, incluso experimentadores en monos los están cuestionando.
Un estudio reciente publicado en Scientific Reports demuestra lo que PETA ha estado diciendo durante años: las condiciones artificiales y empobrecidas de vida en un laboratorio hacen que los datos recopilados en estos laboratorios sean problemáticos. Los científicos saben desde hace años que tan solo enjaular a los monos aumenta la probabilidad de que tengan conductas estereotipadas y autolesivas, indicativas de ansiedad y depresión, como caminar de un lado a otro, balancearse, arrancarse el pelo y morderse. Los monos alojados solos también muestran niveles elevados de la hormona del estrés cortisol, aumento de la inflamación y cicatrización más lenta de las heridas.
A pesar de esta información, muchos experimentadores, incluida Murray, continúan sometiendo a estos animales altamente inteligentes y profundamente sociales a un confinamiento solitario y luego recopilan datos de ellos, pretendiendo que están sanos.
Los autores del estudio de Scientific Reports afirman lo siguiente:
A pesar de muchas décadas de uso en experimentos neuropsicológicos, históricamente no se han reconocido los contextos sociales en los que viven los monos adultos y los impactos que estos contextos pueden tener en las respuestas conductuales en tareas comúnmente usadas para evaluar el comportamiento psicosocial.
En este estudio reciente, los experimentadores del Centro Nacional de Investigación de Primates de California probaron si obligar a los monos a vivir en confinamiento solitario afectaba su comportamiento en las tareas comúnmente usadas en los laboratorios con monos, incluida la prueba del intruso humano, en la que los monos enjaulados son amenazados por humanos desconocidos y la prueba de respuesta a los objetos, en la que a los monos se les presentan objetos que los asustan, como serpientes y arañas falsas.
Los hallazgos de los experimentadores no fueron sorprendentes: obligar a los monos a vivir solos cambió la forma en que respondieron a las amenazas. Los autores plantean la hipótesis de que el aislamiento social causa “un estado similar a la depresión” en estos animales, provocándoles respuestas emocionales mitigadas.
Los autores señalaron lo siguiente:
Muchos estudios neuropsiquiátricos y de neurociencia conductual han usado monos alojados de manera individual, como estudios que investigan la base neuronal del procesamiento socioafectivo y de las conductas de adicción o búsqueda de drogas. Incluso los estudios que intentan abordar específicamente la depresión inducida por medios distintos al aislamiento social (p. ej., administración de citocinas inmunitarias, estrés social) y aquellos que intentan determinar el impacto de la privación social temprana o el estrés, han usado al menos algunos sujetos socialmente aislados. A la luz de los hallazgos que presentamos aquí, los efectos documentados de estas manipulaciones pueden verse seriamente confundidos por el impacto del contacto social restringido.
Los experimentadores de monos como Murray y los de los centros nacionales de investigación de primates usan habitualmente las pruebas de intrusión humana y de respuesta a objetos en monos para probar si sus manipulaciones experimentales, como el daño cerebral, la administración de drogas ilícitas, infligirles estrés y la privación materna (quitarles los bebés a sus madres) alteran la respuesta de los monos. Los hallazgos del estudio de Scientific Reports confirman lo que PETA ha estado diciendo todo el tiempo: los monos privados de sociabilidad en los experimentos de Murray no son saludables, y cualquier resultado que salga de su laboratorio no tiene valor.
Murray ha pasado toda su carrera dañando cerebros de monos y afirmando que los efectos conductuales que ella ve nos dicen algo sobre el cerebro. Muchos de los monos en su laboratorio, incluidos Beamish, Nick Nack y Guinness, han pasado décadas en confinamiento solitario, caminando de un lado a otro, balanceándose y tirándose del pelo. Se están volviendo locos por el aislamiento social y la falta de estimulación, pero ella justifica su uso en sus horribles experimentos al afirmar que dañar sus cerebros nos ayudará a comprender cómo funciona un cerebro sano.
Ya sabíamos que los experimentos de Murray no podían justificarse éticamente y que no han conducido a ningún tratamiento o cura nueva para los humanos incluso después de 40 años, pero este nuevo artículo destruye las patéticas afirmaciones de los NIH de que sus experimentos son útiles para ayudarnos a comprender el cerebro.
Por favor, diles a los NIH que pongan fin a sus inservibles experimentos ya mismo.