Dejemos esto en claro: nadie necesita tomar leche de vaca. Nunca. Es una bebida rica en calorías y pobre en nutrientes que ha sido vinculada a numerosas enfermedades. Su consumo daña tanto a humanos como a las madres bovinas.
¿Y qué hay con las afirmaciones de la leche saludable que hemos estado escuchando desde que empezamos a caminar? La historia de la leche parece tener mucho encubrimiento.
Durante los excedentes lácteos en la primera guerra mundial, la “División Láctea” del Departamento de Agricultura comenzó a promover la leche para incrementar su consumo. Funcionó. Desde entonces, nuestro conocimiento del impacto de la leche de vaca en la salud del hombre ha mejorado enormemente. Pero desde la industria láctea se siguen gastando millones de dólares cada año para promover a la leche como un alimento saludable a través de un poderoso lobby, del material educativo que se envía a los colegios y de comerciales en TV, impresos y en línea. Y esta información incompleta y engañosa les causa problemas a las mamás y a los niños.
A pesar de tanta publicidad exagerada, la leche de vaca en realidad les roba el calcio a nuestros huesos. La proteína animal produce ácidos cuando se rompe, y como el calcio es un excelente neutralizador de ácidos, ya vemos a lo que lleva esto. Nuestros cuerpos pueden usar el calcio de la leche, pero también toman parte de las reservas de nuestro propio cuerpo para neutralizar al ácido, antes de ser eliminado. Entonces, cada vaso de leche que tomamos, les quita calcio a nuestros huesos.
La industria láctea también promueve a la leche como una fuente de vitamina D, pero este nutriente no está presente en la leche de forma natural y solo se lo agrega después, de la misma manera que se fortifica a la leche de soya, al jugo de naranja, a los cereales, a los panes y a otros productos derivados de cereales. El Comité de Médicos por una Medicina Responsable informa que la leche también ha sido vinculada a cólicos, anemia, alergias alimentarias y problemas digestivos. Y como la leche de vaca está diseñada para satisfacer las necesidades nutricionales de los becerros, quienes ganan cientos de libras en cuestión de meses, también alienta el desarrollo de la obesidad, la diabetes y las cardiopatías, todos problemas para los niños y para las madres.
Y las granjas lácteas no son compasivas con las madres bovinas ni con sus becerros.
Las vacas producen leche por la misma razón que las mujeres: para alimentar a sus bebés. Para que las madres vaca puedan seguir produciendo leche, los granjeros de la industria láctea las inseminan artificialmente reiteradas veces y luego les arrancan a sus bebés dentro de las 24 horas de nacidos, lo que los traumatiza a ambos. Las becerras son inmediatamente matadas o se las alimenta con sustitutos lácteos (para que los humanos puedan robarles la leche que estaba destinada para ellas) y sentenciadas a la misma suerte que sus madres. Los becerros son a menudo vendidos a la industria de ternera, donde son encadenados dentro de minúsculas casillas y los mantienen anémicos para que su carne permanezca pálida.
Se sabe que las vacas se escapan de sus recintos y caminan millas tratando de encontrar a sus bebés perdidos. Una vaca, Clarabelle, estaba a horas apenas de ser asesinada luego de que su producción de leche disminuyó, cuando fue rescatada por un santuario. Los voluntarios del santuario pronto descubrieron que Clarabelle estaba preñada. A esta madre amorosa le arrancaron tantas veces a sus bebés, que esta vez, cuando dio a luz en el santuario, escondió a su becerro en un terreno con césped alto a una distancia alejada. Por supuesto que nadie le arrancó a su bebé. Pero la historia para la mayoría de las vacas en las granjas lácteas no tiene un buen final.
Con la evidencia creciente de que la leche es un producto proveniente de la crueldad que en realidad le hace mal al organismo, no es sorprendente que su consumo haya caído un 25 por ciento desde 1975. Mientras tanto, las leches vegetales como la de soya, arroz, almendra y coco han estado volando de los estantes, promediando un crecimiento de ventas de 10,9 por ciento desde 1999. Muchas opciones sin lácteos son fortificadas con calcio y otras vitaminas, y muchas tienen mucha proteína con menos calorías que la leche de vaca. Y por supuesto, no contienen toda la grasa saturada, el colesterol y la crueldad asociados con los productos lácteos.
En el brunch de este Día de la Madre, cuando elevemos nuestras copas para brindar por mamá, asegurémonos de que estén llenas de sabrosa y saludable leche vegetal, y demostrémosles a todas las madres (y a nosotros mismos) el verdadero significado del amor maternal.
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