Si las empresas cárnicas etiquetaran honestamente los pedazos de los cuerpos de animales que venden, pocas personas los comprarían. Pero hasta estas compañías, saben que las etiquetas para hacer sentir bien a las personas, tales como “humanitaria”, “sin jaulas”, “al aire libre”, etc., son más bien cuentos de hadas y no verdades evangélicas.
En las llamadas “granjas humanitarias”, los animales suelen ser sometidos a terribles rituales como el cortarles la cola, perforarles las orejas, cortarles el pico y los cuernos, castrarlos y todo sin analgésicos. Son mantenidos en condiciones de hacinamiento dentro de galpones sin sol ni aire fresco, y los separan de sus amados hijos. Los productores de “carne humanitaria” envían a los animales a los mismos mataderos utilizados por granjas industriales, donde son asesinados exactamente de la misma infernal manera.
PETA nunca ha visto, huevos, “productos” lácteos, ni carne humanitaria, porque no lo son, no importa la etiqueta, ni la certificación ni las afirmaciones.
Los instigadores de la industria de la carne trabajan horas extras para intentar persuadir a los consumidores y llevarlos ante el altar de la “carne humanitaria”, y simultáneamente trabajan para que se legislen leyes “mordaza” con el fin de criminalizar el filmar o fotografiar a las granjas.
Si sus prácticas son tan aceptables, ¿por qué perseguir a aquellos que las filman? ¿Por qué no solo invitar a la congregación a cenar el domingo?
Ve en paz y no peques más.