En estado salvaje, los osos no montan bicicletas, los tigres no saltan a través de aros de fuego, y los elefantes no se paran en sus patas traseras. Los circos retratan una visión distorsionada de la vida salvaje.
Las leyes que protegen a los animales en espectáculos ambulantes son inadecuadas y no se hacen cumplir bien. La Ley de Protección Animal sólo establece pautas mínimas y aún estos escasos estándares con frecuencia son ignorados.
Animales usados en circos viven una lamentable vida de dominación, confinamiento y entrenamiento violento. Es una práctica estándar el usar golpes, electrochoque y latigazos para obligarlos a ejecutar trucos ridículos que no pueden comprender.
La mayoría de los elefantes usados por los circos fueron capturados en estado salvaje. Una vez removidos de sus familias y su hábitat natural, sus vidas consisten de poco más que cadenas e intimidación. Elefantes bebés nacidos en criaderos son arrebatados de sus madres, amarrados con mecates y mantenidos en aislamiento hasta que aprenden a temer a sus entrenadores.
Grandes felinos, osos y primates son forzados a comer, beber, dormir, defecar y orinar dentro de las mismas jaulas estrechas.
Con frecuencia elefantes sufren lesiones que los dejan lisiados debido al encadenamiento constante y a la ejecución de trucos físicamente difíciles.
Los niños, que tienen un cariño natural por los animales, tendrían que ser arrastrados pateando y gritando al circo si supieran del sufrimiento que estos animales soportan por un momento fugaz del llamado entretenimiento.
El circo priva a los animales de sus necesidades básicas de ejercicio, deambular, socializar, buscar comida y jugar. Comportamientos estereotípicos tales como balancearse de atrás para adelante, oscilar de arriba hacia abajo la cabeza, pasearse de un lado para otro, mordedura de barrotes y auto-mutilación son signos comunes de estrés mental.
El uso de animales peligrosos en funciones pone en peligro la seguridad pública y con frecuencia pone a los niños en el mayor de los riesgos. Desde 1990, veintenas de personas han sido asesinados y cientos de otros, incluyendo niños, han sido heridos por peligrosos animales en cautiverio.
Animales en circos son transportados alrededor del país en remolques y vagones mal ventilados por hasta 50 semanas al año en condiciones climáticas extremas de todo tipo. El acceso a las necesidades básicas de alimento, agua y cuidado veterinario es a menudo inadecuado.
Un creciente número de ciudades están restringiendo o prohibiendo el uso de animales en entretenimiento. Circos más progresivos deslumbran a sus audiencias únicamente con artistas humanos.