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El pobre Larry debió pensar que se había acabado el mundo. Primero, sus dueños originales lo entregaron a sus vecinos como si fuera una pala de nieve abandonada. Luego, sus nuevos dueños, que no estaban particularmente interesados en él tampoco, lo pusieron en una jaula de malla de alambre en ruinas en el patio. Y se olvidaron de él.
Los días se volvieron semanas. El pelaje de Larry creció hasta estar largo y se enmarañó. Obligado a vivir entre sus propios desperdicios, estaba tan lleno de suciedad que alguien que lo viera no hubiera podido determinar de qué color era realmente su pelo. Sus uñas, que nunca fueron cortadas, crecieron demasiado, y una se encarnó en su pata, causándole una infección dolorosa. Viviendo en tales condiciones de inmundicia, Larry inevitablemente contrajo gusanos, que nunca fueron tratados, de modo que se debilitó a medida que éstos agotaron su fuerza.
Pero un día, repentinamente, todo cambió.
Dos voluntarios de entrega de paja de PETA que atravesaban el vecindario de Larry en Roanoke Rapids, Carolina del Norte, vieron a un perro encadenado. Fueron a la puerta para preguntar si podían darle al perro una cama de paja, y cuando fueron al patio para entregársela, vieron a Larry, escondido tras montones de basura, completamente solo y abandonado en su prisión de malla de alambre.
Los dueños de Larry tomaron la opción de entregarlo. No lo querían, y nunca lo habían hecho. De hecho, habían planeado deshacerse de él, pero nadie quería a un pequeño perro sucio, enmarañado y enfermo, que apenas tenía la fuerza para menear su cola.
Lo primero que había que hacer era que un veterinario bañara, aseara y examinara a Larry. Los exámenes revelaron que el diminuto shih tzu estaba infestado de gusanos y estaba tan débil y anémico que el veterinario se asombró de que todavía estuviera vivo. Además de su pie infectado, también tenía infecciones en los ojos y los oídos. Estaba gravemente enfermo: su rescate ocurrió justo a tiempo.
Conejo: © iStock.com/Ejla | Visón: © iStock.com/BirdImages
Al principio Larry estaba tan enfermo que lo único que hacía era dormir todo el tiempo. Pero con la comida, medicina y amor adecuados, su verdadera personalidad salió a la luz.
Mientras se recuperaba en el refugio de PETA en Norfolk, Virginia, en el Centro San Simon, un Larry fortalecido, derramando ternura por cada poro, empezó a conquistar más corazones que un jugador de póker tramposo.
Un miembro del personal en particular sucumbió a sus encantos y se dio cuenta que si quería mantener feliz su corazón, tenía que volver a Larry un miembro permanente de su hogar.
Como hijo “único”, Larry ha pasado de estar olvidado e ignorado en una jaula en un patio, a ser el centro de atención todo el tiempo, que es exactamente lo que le gusta, y tal como debería ser.
Qué puedes hacer
Los rescates como el de Larry son posibles gracias al programa de PETA “Ángeles para los animales”, un proyecto de divulgación único en el que el personal de PETA y los voluntarios buscan activamente animales necesitados todos los días y les ofrecen comida, agua, abrigo, juguetes, golosinas, cirugías de esterilización, cuidado veterinario de emergencia y más. Tú puedes apoyar este importante programa haciendo clic aquí.
