Escrito por Brittany Hultstrom
Mi primer trabajo fue en McDonald’s, haciendo hamburguesas, armando sándwiches de pescado y friendo McNuggets de pollo.
Ahora trabajo para PETA y les he contado a mis amigos y a mi familia acerca de nuestra campaña McCruelty. Ahora odio a McDonald’s, pero en ese entonces me encantaba trabajar en los “Arcos Dorados” —estas son las razones:
Me encantaba la comida.
Sin embargo, a los 16 años, solo pensaba en QUÉ estaba comiendo, no a QUIÉN. Aunque me consideraba una amante de los animales, preparaba nuggets de pollo sin nunca pensar en las gallinas como individuos con pensamientos y emociones. No sabía que las vacas tienen memoria a largo plazo y habilidades para resolver problemas complejos, ni que estos animales se lamen unos a otros como símbolo de afecto y se afligen cuando pierden a un ser querido.
Me encantaba cocinar y preparar sándwiches.
Pero en ese entonces nunca había escuchado sobre las granjas industriales. No sabía que las gallinas criadas para el consumo son hacinadas en galpones inmundos donde apenas pueden moverse, y donde mucho menos pueden hacer cualquier cosa que sea natural para ellas, tales como tomar baños de polvo, buscar alimento o posarse en los árboles. Nunca me di cuenta de que en el matadero estas aves aterrorizadas son encadenadas y colgadas boca abajo, les cortan sus gargantas mientras todavía están conscientes y muchas son escaldadas hasta morir en los tanques de agua utilizados para desplumar.
Anhelaba recibir comida gratis cada vez que iba al trabajo.
Nunca pensaba en las gallinas en las granjas de huevos, ni en los otros animales que sufrían para que yo pudiera comer. Para el almuerzo comía salchicha, huevos y McGriddles de queso. Nunca pensaba en las gallinas que estaban sentadas en jaulas estrechas e inmundas con tan poco espacio que apenas podían girarse o abrir sus alas, ni en los polluelos machos que eran machacados vivos porque eran considerados inútiles para la industria de los huevos.
Tampoco pensaba en los cerdos asesinados para producir salchichas, ni en las vacas mamá en las granjas de lácteos, a quienes les arrebatan a sus bebés cuando nacen.
Me encantaba el trabajo a contra reloj.
Pero no sabía nada acerca de la velocidad en las filas del matadero (qué tan rápido se mata y se procesa a los animales). Trabajaba duro para mantenerme al ritmo de todos los clientes que entraban, pero mis turnos “ocupados” no eran nada comparados con lo que tienen que padecer los trabajadores —y los animales—en los mataderos.
Asesinar animales es en sí mismo un trabajo peligroso, pero el ritmo acelerado, las plantas de asesinato inmundas y la falta de entrenamiento hacen que la empacada de la carne sea incluso una industria más riesgosa. Los trabajadores de las empacadoras de carne son 2 y 1/2 veces más propensos a enfermarse o lesionarse en comparación con otros trabajadores de industria en EE.UU.
Al terminar mis turnos, botaba los desperdicios de comida y me sentía satisfecha, pensando que había realizado un gran trabajo ese día.
Sin embargo, la comida que sacaba solo era basura en mi mente —no vidas perdidas ni recursos desperdiciados. Sacaba una cubeta completa de desperdicios de comida cada día, pero solo eran basura para mí. No pensaba en los animales que nunca habían tenido la oportunidad de sentir el pasto bajo sus pies y quienes perdieron a sus familias y sus propias vidas.
Tampoco sabía que los animales en las granjas —no las personas— son alimentados con más de la mitad de las cosechas que se cultivan en el mundo, ni que cambiar a una dieta vegana es más efectivo para contrarrestar el cambio climático que cambiar de un carro americano estándar a uno híbrido.
Estaba haciendo felices a las personas al servirles comida barata que les encantaba.
Pero también estaba alimentando la adicción de la gente a la carne, los huevos y el queso. Estos alimentos que no son saludables están asociados con enfermedades del corazón, cáncer, diabetes y otros problemas de salud. El menú “a buen precio” no es un negocio tan bueno cuando la gente tiene que pagar las cuentas médicas porque han comido demasiados Big Macs y Egg McMuffins.
¡Ahora ME ENCANTA ser vegana!
Cuando aprendí acerca de dónde viene la carne, de los riesgos para la salud asociados con comer alimentos derivados de los animales, y del impacto que las industrias de la carne, los huevos y los lácteos tienen en el medio ambiente y sobre los trabajadores de los mataderos, me volví vegana. Ahora promuevo un estilo de vida vegano y saludable y no me hacen falta los alimentos no saludables que solía comer ya que hay muchas opciones veganas y deliciosas disponibles.
No tienes que sacrificar el sabor para preparar alimentos saludables y humanitarios. Ahora preparo sándwiches de salchicha y huevo veganos para el desayuno y hamburguesas de vegetales para mis amigos. Y cuando ocasionalmente nos detenemos a comer comida rápida, escogemos alguno de los muchos restaurantes que ofrecen opciones veganas.
