Como bien señalara Paul McCartney, “Si los mataderos tuvieran paredes de cristal, todo mundo sería vegetariano”. Así que un intrépido grupo de defensores de los animales encontró una forma de hacer llegar los mataderos a la acera. Los sábados por la noche, los voluntarios Jennifer Mennuti y Boyd Weidman proyectan el video de PETA, “Granjas industriales en 60 segundos”, a la vista de los transeúntes de la concurrida calle Lincoln en Miami.
Es la primera vez que muchas personas ven el rostro de los animales a los que llaman “bistec”, “jamón” o “nugget”. Enfrente de ellos se muestra la irrefutable evidencia de que su “plato fuerte” fue una vaca que tocía y se asfixiaba mientras la sangre derramada de su garganta se le escurría en la cara y cubría el piso; un cerdo que gritaba y chillaba mientras lo quemaban vivo en agua hirviendo; una gallina cuyos graznidos fueron ignorados mientras sus piernas rotas fueron puestas en grilletes, y que veía pasar la larga fila de gallinas sobre cuchillas rechinando, las cuales acabarían con su vida. Un fotógrafo capturó algunas de las reacciones de la gente, y parece que Paul tenía razón.
Andrew Kirschner, simpatizante de PETA, presentador de un programa de radio sobre derechos de los animales, publicó las fotos en su blog, Kirschner’s Corner, además de las experiencias reales de empleados de mataderos, extraídas del libro de Gail A. Eisnitz, Mataderos: impactante historia sobre codicia, negligencia y trato inhumano en la industria cárnica en los EE.UU. (Slaughterhouse: The Shocking Story of Greed, Neglect, and Inhumane Treatment Inside the U.S. Meat Industry).
“Una vez tomé el cuchillo, es bastante afilado, y rebané la punta de la nariz de un cerdo, como si fuera un pedazo de salchicha. El cerdo se puso como loco unos segundos. Luego sólo se sentó y se veía como atontado. Así que tomé un puñado de sal y se lo froté en la nariz. Entonces sí se volvió loco y recargaba la nariz por todo el lugar. Me quedaba un poco de sal en la mano, traía puesto un guante de hule, y le puse la sal en el ano. El pobre cerdo no sabía si **** o quedarse ciego”.
“He visto animales vivos encadenados, alzados, acuchillados y desollados. Demasiados como para contarlos o recordarlos. Es un proceso continuo. He visto vacas encadenadas mirando alrededor antes de que las acuchillen. He visto cerdos [que se supone que deben estar acostados] levantándose en la banda transportadora de desangrado después de haber sido acuchillados. He visto cerdos tratando de nadar en el tanque de escaldado”.
“Los cerdos llegan al tanque de escaldado, llegan al agua y empiezan a chillar y patalear. A veces se revuelcan tanto que sacan agua del tanque… tarde o temprano se ahogan. Hay un brazo giratorio que los empuja hacia al fondo, no tienen posibilidad de salir. No estoy seguro si mueren quemados o ahogados, pero les toma unos minutos dejar de moverse”.
“Los cerdos se estresan fácilmente. Si los aguijoneas demasiado les da infartos. Si hay un cerdo en un vertedor que ha sido aguijoneó demasiado y tiene un ataque al corazón, o no quiere moverse, agarras un gancho y se lo clavas en el ano. Se arrastra a los cerdos vivos, y muchas veces el gancho les desgarra el ano. He visto jamones – muslos – completamente desgarrados. También he visto que se les salen los intestinos. Si el cerdo colapsa cerca de la parte frontal del vertedor, le clavas el gancho en la mejilla y lo arrastras”.
“A veces los agarro (a los cerdos) de la oreja y les perforo el ojo. No sólo les saco el ojo, clavo todo el cuchillo, y lo muevo a través del cerebro”.
“En el área de matanza, algunos cerdos me han acariciado con la nariz como si fueran cachorros. Dos minutos después, tuve que matarlos, matarlos a golpes con un tubo”.
“No sólo los matas, perforas con fuerza, empujas fuerte, revientas la tráquea, haces que se ahoguen en su propia sangre. Les partes la nariz. Un cerdo vivo corre de un lado a otro en el foso. En ese caso me miraría y yo sería en el medio de apuñalar, tomaría mi cuchillo y le sacaría el ojo mientras estaba allí de pie. El cerdo sólo estaría chillando”.
“Los golpea [a los cerdos], los pincha, utiliza lo que tenga a la mano. Ha roto tres horquetas en lo que va de este año, nada más clavándoselas. No le importa si les da en los ojos, en la cabeza, en el trasero. Las clava tan fuerte que destroza las manijas de madera. Y les golpea la espalda”.
“He arrastrado vacas hasta que se les empiezan a romper los huesos aún vivas. Cuando las llevas al rincón y se atoran en la entrada, sólo las jalas hasta que se les desgarra la piel, hasta que la sangre escurre en el acero y el concreto. Rompiéndole las patas… La vaca chillando con la lengua afuera. Las jalan hasta que se les revienta el cuello”.
¿La gente te pregunta por qué eres vegano? Quizá es hora de compartir este vídeo con ellos: