Actualización: ¡La devota familia temporal de Pancake se decidió por esta valiente pequeña y la adoptó! Lejos de ser la perrita temerosa y penosamente delgada que fue una vez, ahora Pancake está progresando. Está sana, feliz y… nos atrevemos a decir que incluso algo esponjosa, ahora que finalmente recibe comidas nutritivas y regulares, con una galleta ocasional entre comidas.
Pancake pasa sus días jugando y apilándose en el sofá con su nueva “manada”, incluyendo a Dylan su compañero rescatado por PETA, que rápidamente se convirtió en su mejor amigo. Solo mira esta feliz pila:
The Washington Post Magazine presentó recientemente la historia del rescate de Pancake en un artículo conmovedor sobre el trabajo de PETA para ayudar a perros encadenados y descuidados. Pero Pancake no ha dejado que la fama se le suba a la cabeza: sigue siendo tan dulce como el jarabe de arce.
Con una cifra de muertos que ha superado los 600.000 en Estados Unidos y sigue escalando, la pandemia por COVID-19 ha causado una cantidad incalculable de sufrimiento. Pero quienes no están incluidos en las tristes estadísticas, son los miles de sufridos animales que son abandonados después de que sus guardianes sucumben al virus. Pancake es una de esas víctimas colaterales de la COVID-19.
Aún antes de que su dueño muriera, la existencia de Pancake había sido una de aislamiento y desolación constantes. Su mundo entero, 24/7/365, consistía en un pedazo de tierra en un patio trasero, repleto de basura. Estaba encadenada bajo todo tipo de clima extremo, sin nada que hacer, sin compañía, ejercicio ni respeto. Los trabajadores de campo de PETA habían visitado a Pancake y otros dos perros encadenados junto a podadoras de césped y autos en ruinas en la propiedad ubicada en una zona rural de Carolina del Norte durante años. Los esterilizaron y les brindaron resistentes casas para perros, camas de paja y otras necesidades básicas que de otro modo nunca habrían recibido.
Pero la situación empeoró. Después de que su dueño muriera de COVID-19 en enero, los perros fueron encadenados detrás de la casa vacía en donde miembros de la familia (uno de ellos vivía a más de 300 millas) los visitaban en muy raras ocasiones.
Los trabajadores de campo siguieron visitando a los perros después de la muerte del propietario, sabiendo que necesitarían su ayuda ahora más que nunca. Las visitas de nuestros trabajadores de campo son la única razón por la que los perros sobrevivieron a los siguientes siete meses mientras padecían temperaturas extremas, desde tormentas de nieve en el invierno, a las ardientes olas de calor del verano, mientras sus cubetas de agua se pudrían por las algas, y las croquetas de sus dispensadores automáticos se convertían en una papilla imposible de comer, repletas de caracoles y gusanos.
Nuestros trabajadores de campo brindaron a los perros agua y comida frescas tan a menudo como podían, pero sabían que los animales necesitaban y merecían mucho más. Nuestro personal rogó a miembros de la familia que permitieran que PETA retirara a los perros, sin éxito.
Pero en la última visita de nuestros trabajadores de campo, hallaron que las condiciones de Pancake se habían deteriorado severamente, así que tomaron acción inmediatamente para asegurar la custodia legal de los perros y retirarlos de aquel espantoso patio trasero para siempre.
Pancake, llamada así por nuestro equipo de campo porque había interactuado tan poco con humanos que se recostaba completamente en el suelo ante su llegada, estaba casi irreconocible. Su pelaje blanco era del color del hollín tóxico en el que se había estado revolcando cerca de una pila de cosas quemadas, y, siendo que antes había sido una perra gordita, ahora había perdido cerca de una tercera parte de su peso. Infestada de pulgas, su piel estaba en carne viva e inflamada y había perdido pelaje en muchas partes de su cuerpo. Muchos de sus dientes estaban desgastados hasta la raíz, probablemente por morderse desesperadamente en un intento por aliviar la incesante comezón.
Después de años de privaciones sensoriales (y de muchos otros tipos), en el extremo de una cadena, Pancake tiene que empezar desde cero a aprender a ser un perro, desde caminar con correa y conocer a humanos y otros animales, a caminar sobre pisos resbaladizos y portales. ¡Le tomó más de una semana conseguir el valor de intentar subir un tramo de escaleras y desde entonces ya logró hacerlo! Pero se está poniendo al tanto y ya descubrió que sentarse en el sofá con su nueva madre adoptiva es el mejor lugar de la casa.
Dulce como la miel de maple, Pancake nunca deja de mover la cola. Todo lo que necesita ahora es una familia especial que esté lista para hacer de su hogar, el International House of Pancake. Si tienes un antojo por una pila de devoción canina que nunca se acabará, abre tu laptop y envía tu solicitud de adopción de Pancake a [email protected].