Cerca de 22.000 gatos son maltratados en laboratorios de Estados Unidos cada año—además de las decenas de miles que son asesinados y vendidos a las escuelas para crudas y crueles disecciones en el aula. Estos gatos son tan merecedores de una vida plena y de hogares amorosos como los compañeros felinos que ronronean en nuestro regazo.
De hecho, miles de los gatos que terminan en laboratorios o en aulas son animales sin hogar que fueron traicionados por refugios de animales. Un investigador de PETA que trabajaba de manera encubierta dentro de los laboratorios de la Universidad de Utah descubrió que una ley entonces obligatoria de “incautación de animales en refugios” había obligado a los refugios de animales locales a entregar a cientos de perros y gatos sin hogar a la universidad para su uso en experimentos invasivos, dolorosos, y a menudo letales. Una gata preñada que había sido comprada a un refugio de animales local por $15 dio a luz a ocho gatitos el mismo día que llegó a la universidad. Una sustancia química fue inyecta en el cerebro de los gatitos, y todos murieron. En otro experimento, a un gato llamado Robert, que también había sido comprado a un refugio local, le perforaron un agujero en el cráneo y conectaron electrodos a su cerebro. Tras una vigorosa campaña de PETA, la universidad anunció que dejaría de obtener animales de los refugios, poniendo fin a la incautación de animales en albergues para en el estado de Utah.
Una investigación de PETA sobre experimentos crueles de “localización del sonido” en la Universidad de Wisconsin en Madison, reveló que los investigadores taladran agujeros en los cráneos de los gatos, implantan electrodos en sus cerebros y bobinas de acero en sus ojos. Los gatos son intencionalmente ensordecidos y luego asesinados. En la Universidad Estatal de Michigan, los investigadores cortan las caras de los gatos, aplastan sus nervios ópticos, les quitan sus ojos, y luego los matan. Durante estudios auditivos, a los gatos les son cortadas sus orejas y son asegurados en sillas de sujeción, de manera de poder medir su actividad cerebral en respuesta a diferentes sonidos. En experimentos de accidente cerebrovascular, el flujo de sangre al cerebro u ojos de los gatos es bloqueado, causando un accidente cerebrovascular. En experimentos de visión, los gatos son criados en la oscuridad, con uno o ambos ojos cosidos, o con sus ojos sustraídos. En un laboratorio de pruebas contratado, denominado Servicios de Laboratorio Profesional y de Investigación (PLRS) donde PETA condujo una investigación encubierta, los gatos sufrieron convulsiones y sangraron por la nariz y la boca después de que una sustancia química experimental se les aplicó en la piel. A pesar de esta severa reacción, la sustancia química fue administrada a los gatos por segunda vez el mismo día. PLRS fue cerrado después de que PETA presentó una denuncia ante las autoridades federales.
Un número cada vez menor de universidades y hospitales sigue mutilando a gatos y a gatitos para realizar crueles y rudimentarios ejercicios de entrenamiento en intubación, en los que a los animales le son empujados en repetidas ocasiones tubos de plástico duro a través de sus pequeñas y sensibles tráqueas. Esta arcaica práctica—que puede causar sangrado, inflamación, cicatrices, colapso pulmonar e incluso la muerte—continúa, a pesar de que existen métodos de entrenamiento más eficaces y humanos.
Tú puedes ayudar. Insta al Instituto Nacional de Salud a que detenga la financiación de experimentos crueles y que no valen la pena en gatos como Double Trouble.